viernes, 30 de octubre de 2009

Abusando de la fidelidad

Hoy me gustaría hablar de este curioso efecto en varios ejemplos, las películas de TV, las promociones y los trabajadores de las empresas.

El primer ejemplo. Las películas de TV:

Cuando estas viendo una película en la televisión, el tiempo dedicado a los anuncios es mayor cuanto más cerca estás del final. Del mismo modo el tiempo entre interrupciones es menor conforme se acaba la película.

Yo empiezo a sospechar cuando comienza la película inmediatamente después del programa anterior, sin ningún anuncio entre medias. Pero muchas veces caigo en la trampa y sufro la espera de los instantes finales, que llegan después de más de veinte minutos de anuncios.



[The ring. Foto de: Eduardo!]

Obviamente lo primero que se busca es enganchar al telespectador con la película. Si se le molesta excesivamente al principio con anuncios, es muy probable que cambie de cadena y no vea la película completa. Pero una vez se consigue que el telespectador se enganche, cosa que puede ocurrir a partir de la mitad de la película, el escenario cambia totalmente y se emiten periodos de anuncios interminables.

Podríamos decir que la película se promociona al principio con pocos anuncios, pero que una vez fidelizado al telespectador ya no hace falta disimular y se le “maltrata” con el máximo número de interrupciones y publicidad (que es al fin y al cabo por lo que cobra la cadena de TV).

Este efecto también ocurre en las promociones de los bancos y las empresas de telefonía:

Las promociones para los clientes nuevos mejoran las condiciones de los clientes fieles. Sin embargo, una vez te han captado, tratan de sacarte el máximo beneficio, abusando de las barreras de salida (tiempo de permanencia mínimo, incomodidad del proceso de baja, etc) y de la inercia de los clientes, que no suelen abandonar una empresa a no ser que se encuentren muy descontentos con ella.

Al final, un cliente fiel puede “rebotarse” y darse de baja, al ver que los nuevos clientes disfrutan de mejores ofertas y precios. Solamente cuando un cliente insatisfecho dice que quiere prescindir del servicio, es cuando las empresas empiezan a prestarle atención y le ofrecen condiciones que nunca antes como cliente le habían ofrecido. Esto es tan ilógico como real.

¿Y en el trabajo?

En las empresas, y en relación a sus empleados, puede llegar a pasar algo similar. Hay casos en que a los nuevos profesionales que vienen de fuera se les valora y paga más que a los que llevan años en la organización. Lo curioso es que muchas veces los veteranos son los que más la conocen el puesto y los que más pueden aportar.

Cuando este tipo de movimientos empiezan a ocurrir es muy natural que los buenos empleados fieles a la empresa se desmotiven. Como en otros tantos casos, la empresa no repara en ellos hasta que, ya hartos de la situación deciden abandonar la empresa. Entonces, si el trabajador es válido aparece una “contraoferta”.



[Spiderman abandona el trabajo. Foto de: Eneas]

Parece que para la empresa tiene menos valor un buen empleado con el que ha contado siempre, que uno que ha de incorporar para un puesto similar.

Mi opinión es que para mantener un equilibrio justo cabría preguntarse en el momento de las revisiones salariales“ si tuviera que contratar ahora una persona así” ¿Qué condiciones le ofrecería?¿Cuando dinero estaría dispuesto a pagar por ella?.

¿Por qué no premiar a los telespectadores, clientes o trabajadores fieles en vez de abusar de ellos? ¿Por qué no tratar a los telespectadores, clientes o trabajadores como si se fueran a perder en ese instante?.

Da la impresión de que para tener mejores condiciones hay que ser un … poquito infiel o, como se conoce en otros ámbitos, mercenario.

¿Qué es lo que falla?.

Pues yo creo que, como a todos nos suele ocurrir, se le da poco valor a lo que tenemos y se anhela lo que no tenemos. En el otro lado de la historia, nos pasa como a la rana de este experimento.

¿Qué opináis?

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